Hay quien dice que toda verdad es contradictoria. Lo cierto es que no es contradictoria sino que lo parece. Y lo parece porque se contempla dicha verdad desde una mente dual.

 

La verdad es paradójica. Y lo es porque trasciende a los opuestos de este mundo dual. La verdad está más allá de la dualidad. No es fácil trascender la dualidad. La razón y el análisis no pueden hacerlo por si solos. Solo una mente iluminada por la luz del espíritu es capaz de hacerlo. No obstante, las argumentaciones racionales nunca deben ser contrarias a la intuición o conocimiento directo de las cosas. Razón e intuición son dos vías que se complementan y deben ser integradas.

 

Existen dos tipos de verdades: la verdad absoluta y la verdad relativa. La verdad absoluta es la que trasciende la dualidad. Es la verdad contemplada desde un punto de vista de observación no humano, desde el punto de vista de una mente no dual e infinita. Es la verdad contemplada desde infinitas perspectivas. O lo que es lo mismo, la verdad contemplada por el GRAN OBSERVADOR.

 

Por otro lado, la verdad relativa se encuentra inmersa en la dualidad. Es la verdad contemplada desde un punto de vista egoico, en el que el observador se sitúa en un lugar fijo y limitado.

 

Por lo tanto, a la pregunta de si venimos a este plano con un destino prefijado o si por el contrario vamos escribiéndolo, se puede responder de diferentes maneras dependiendo de donde nos situemos como observadores, lo que producirá una u otra perspectiva.

 

Desde la situación en la que se encuentra el GRAN OBSERVADOR, otra denominación para Dios o el Todo, el destino está prefijado y escrito. Desde la perspectiva humana, el destino lo escribimos línea a línea cada minuto, hora y día.

 

Puede parecer que existe una contradicción, pero tal contradicción es MAYA, pura ilusión. Solo integrando ambos puntos de vista de manera armónica, te aproximarás a la respuesta.

 

El ser humano en su creencia de que goza de libertad cree ir escribiendo su futuro paso a paso, sin darse cuenta que cada paso es la consecuencia inevitable de los anteriores. La libertad de que gozan los humanos es muy pequeña y casi se diría que aparente. Su destino está escrito y prefijado por las circunstancias y actuaciones anteriores, en base a causas principalmente inconscientes.

 

Da un paso y cree que es dueño y señor de haberlo hecho así, pero si realmente fuera consciente se daría cuenta que es un esclavo de sus circunstancias.

 

Bien es cierto que existe la capacidad potencial del ser humano para alcanzar grados elevados de libertad mediante el despertar espiritual, pero no es tarea fácil y son los menos los que lo logran.

 

EL GRAN OBSERVADOR, ese ser infinito, esa mente no dual, que goza de ilimitadas perspectivas, siempre en movimiento, observa la ilusión de libertad del sapiens.